5. El tiempo cíclico

    * “Para nuestros antepasados del Paleolítico y del Neolítico, y para muchas culturas indígenas actuales, el tiempo histórico era y es concebido como circular o cíclico. Esto que parece una obviedad, si nos atenemos a los ritmos periódicos de la naturaleza, ha sido sin embargo reemplazado en la cultura occidental por una concepción lineal o progresionista de la historia. La adopción de esta relativamente nueva forma de comprender la vida y el tiempo, tiene mucho que ver con la instauración del progreso científico y tecnológico como único indicador del supuesto avance de las sociedades humanas.

    Sin embargo, las culturas que han estado o están ligadas a la naturaleza, conciben la vida como una interrelación de seres y leyes naturales que se rigen por un eterno ciclo de vida, muerte y renacimiento. Así por ejemplo, la semilla crece en forma de planta, se marchita, muere y vuelve a renacer en forma de otra semilla. Las mareas, los caudales de los ríos, el día y la noche,… todo se rige por esta ley universal. Incluso el origen del enterramiento humano tiene su motivación, según los antropólogos, en la creencia de que al volver a la tierra se renace como semilla humana (de ahí la disposición de los enterramientos prehistóricos en posición fetal). […]

    Esta concepción cíclica del mundo terrestre tenía su correlato simbólico celeste en la imagen de las distintas fases de la luna, que al igual que la naturaleza, crece, mengua y vuelve a renacer. Lo mismo le sucede al sol, que amanece, llega al mediodía y finalmente desaparece en el vientre de la tierra para volver a renacer al día siguiente. Y aunque existen culturas (como los mayas actuales) que observan estos ciclos en el movimiento de rotación de nuestro sistema solar completo, fue la observación del sol y la luna lo que permitió la primera forma de medir y cuantificar el tiempo.

    De este modo, la observación del movimiento del sol permitió a nuestros ancestros cuantificar que entre los dos días en que llegaba a su máxima altura (cenit), fenómeno que ocurre cada 21 de junio, transcurrían 365 días y un cuarto, lo que originó el concepto de año. En combinación con el astro rey, también observaron la luna, y cuantificaron 13 ciclos durante el periodo entre un cenit y otro, lo que originó el concepto de mes. Así ha quedado reflejado en la denominada Diosa de Laussel del paleolítico francés, que sostiene un cuerno de bisonte en forma de luna creciente y en el que hay marcadas 13 incisiones. En prácticamente todas las lenguas indígenas mes es sinónimo de luna; y el mismo significado encontramos si revisamos las lenguas clásicas: la raiz indoeuropea me (luna) derivó el en griego men (mes) y posteriormente en el latín mensis (mes). A tenor de todas estas evidencias, quizás ha llegado el momento de reconciliarnos con el número 13 y volver a dotarle de su significado originario como símbolo de la cíclica y continua regeneración de la vida.” Guillermo Piquero