75. La caza del bisonte

    * “La abundante presencia de huesos de bisontes en la cueva de Aitzbitarte III (Errenteria, Gipuzkoa), hace pensar a los investigadores que los cromañones que habitaron el paraje de Landarbaso hace más de 30.000 años se especializaron en la caza de este rumiante, algo poco habitual ya que en otros yacimientos cantábricos del Paleolítico Superior las presas preferidas eran el ciervo y la cabra montesa, aunque tampoco desdeñaban los rebecos. Los expertos creen que estos cazadores capturaban a los bisontes con trampas hacia las que empujaban a los animales asustándolos mediante gritos y el fuego, posteriormente los desollaban, descuartizaban y deshuesaban en el mismo lugar y tan sólo transportaban a la cueva la carne y las extremidades de las reses.” Diario El Mundo, “Cazadores de bisontes habitaron Guipúzcoa hace 30.000 años”

 

    * “El primer paso de la cacería del bisonte entre los indios de las llanuras era encontrar una fuerte pendiente, o incluso el borde de un precipicio y construir un sendero de piedras y matorrales que condujeran hasta el mismísimo abismo. Después se observaba la manada de bisontes mientras iba pastando hasta llegar al final del camino. Se daba una señal, se encendían las teas y la manada salía en estampida por el camino de piedras hasta el precipicio, dónde moriría al caer.” Charles Highman, “La vida en el paleolítico”

 

    * “Entre los indios de las grandes llanuras el bisonte se cazaba tanto en invierno como en verano, pero la caza principal se llevaba a cabo en junio, julio y agosto, cuando la carne estaba en su mejor condición y el pelo era fino, permitiendo así limpiar con más facilidad los pellejos por ambos lados. Estas pieles se utilizaban para hacer tipis, escudos, ropas, distintos tipos de bolsas, cuerdas e incluso embarcaciones. Otros productos importantes del bisonte eran los tendones empleados para coser y para las cuerdas de los arcos, la fibra para hacer cuerdas, el pelo para adornos y a veces para tejer, los cuernos para cucharas y recipientes para beber, los huesos para útiles de curtir las pieles y para azadas. Los cuernos se llevaban puestos también como insignia de un cargo, y los excrementos secos del animal, llamados a veces astillas de bisonte, eran muy apreciados como combustible. La hembra del bisonte producía una media de 160 kg. de carne; la mayor parte se cortaba en filetes, se secaba al sol, se preparaba pemicán (carne cocinada y posteriormente machacada junto a grasa y ballas) y se empaquetaba para consumirlo en invierno. El tuétano se conservaba también en vejigas y el sebo se vertía en bolsas de piel. […] el bisonte aparecía en lugar destacado en su religión, sus hábitos designaban los meses, llego a ser un símbolo de liderazgo y representaba la buena vida y la abundancia.” Colin. F. Taylor, “La vida de los nativos americanos”