74. La caza del reno en el Paleolítico

    * “Después del largo y oscuro invierno, durante el cual la temperatura se mantenía por debajo del cero y el viento soplaba, implacable, desde el norte, nada podía ser más agradable para los cazadores que ver al reno que regresaba a sus territorios de cría en la primavera. Formando largas y vacilantes filas, estos animales migratorios volvían año tras año, como si acudieran a una cita, de sus refugios invernales.

    Quizá más que ningún otro animal, el reno era esencial para la supervivencia […] Manadas de miles de animales proporcionaban una gran diversidad de productos: carne deliciosa y grasa para la comida, cueros para hacer vestidos, tendones para los hilos, y huesos y astas con los que los cazadores hacían casi de todo, desde raspadores de pieles hasta agujas.

    El pelaje invernal del reno era especialmente deseable: suave y afelpado, con él se hacían prendas cómodas y calientes. Lo que los cazadores no podían haber sabido es la causa de que las pieles fueran tan calientes: el pelo del reno, a diferencia del de casi todos los animales, tiene espacios huecos microscópicos que impiden la pérdida del calor, por lo que hacen de esta piel uno de los mejores aislantes de la naturaleza.” Los primeros americanos. “Arqueología de las primeras civilizaciones”

 

    * “La primavera empieza y la gran manada de renos pronto irá en migración hacia los pastos de verano […] y, como cada año, tendrá que atravesar el río por el mismo sitio. […] Se elabora una inmensa barricada de ramas, que se extiende a lo largo del río en cientos de metros, a través del vado y más allá, hasta un paso de agua profunda. En la otra orilla, se construyen unos escondites de ramas en el lugar dónde los animales deberán atravesar a nado y hacer pie de nuevo […] allí los renos andan lentamente después de nadar y los hombres se muestran hábiles lanzándoles una azagaya en el tórax. […]

    Unas semanas después de esta cacería, y dado que se agota la reserva de carne seca, los hombres deben pensar en reanudar la caza y parten con sus disfraces de reno. […] Vigilando el viento, los hombres-renos empiezan a avanzar, bastante lentamente, muy inclinados y con la espalda plana, acechando los movimientos de la manada: cada vez que un animal levanta la cabeza y mira en su dirección, los cazadores se inmovilizan, en espera de que la cabeza vuelva a agacharse (a pesar de tener conocimiento de la mala vista de los renos). Así se acercan lentamente a la manada y se ponen a imitar, por medio dé movimientos de cabeza, a los renos paciendo con la finalidad de llegar lo más cerca posible de las presas escogidas. A continuación, muy rápidamente, los cazadores se enderezan y, antes de que los animales reaccionen, lanzan sus azagayas. La manada huye tumultuosamente, pero tres animales quedan derribados en el suelo. La caza ha sido buena.” Jacques Debu-Bridel, “El enigma de la epopeya del sílex”