59. La caza en la cosmovisión indígena

    * “Si nos imaginamos a nosotros mismos de regreso a un mundo en dónde toda la vida está interrelacionada, sería un delito de sangre arrebatarle la vida a un hermano y, desde el momento en que los seres humanos y los animales constituyen parte de una misma unidad, ello ha de ser expiado mediante un ritual cuidadosamente efectuado. Cuando se mata a un animal, el Todo, es herido.” Anne Baring y Jules Cashford, “El mito de la diosa”

 

    * “El hombre de la época gloriosa del Paleolítico tenía un profundo respeto por la naturaleza. Estaba integrado en su seno. Tenía una ética, una moral y me atrevería a decir que hasta una religión ecológica […] cada vez que mataba a una criatura, cada vez que cortaba un árbol, cada vez que arrancaba una planta, tenía conciencia de que, de alguna manera, estaba atentando contra un ente superior en el que él mismo está integrado y que es el Todo . […]

    Los esquimales vivían hasta mediados del siglo XX, durante el largo invierno polar de ocho meses, de la caza de la hermana foca. Pues antes de que la foca entre en el campamento, antes de que una mujer con el cuchillo redondo destace la foca, hay que hacer un desagravio a la madre de todas las focas. Y cuando matan a un oso polar, del cual necesitan las pieles para construir sus chaquetas o la suela impermeable y silenciosa de sus mocasines, también tienen que desagraviar al padre de todos los osos. […]

    Decía el viajero mestizo Rasmussen, hijo de una esquimal, que ha escrito libros deliciosos sobre su pueblo, que hablando con un chamán, es decir, con un depositario de la tradición, de la filosofía del pueblo esquimal, le decía con toda la tristeza de su corazón:

    El pueblo esquimal, los inuit, somos felices porque tenemos toda la libertad del mundo para vagar, porque tenemos todos los animales del mundo para cazar, pero en el fondo de nuestro corazón hay una gran tristeza y es que para sobrevivir tenemos que alimentarnos con el alma de nuestros hermanos los animales.

    Ésta, amigos míos, parece ser que era la filosofía del hombre antiguo, del hombre paleolítico: un enorme, inmenso e infinito respeto por la vida. No hay una tribu primitiva, de las que aún no se han convertido en agricultores, en pastores y no digamos en tecnólogos, que no tenga unos tremendos y exquisitos tabúes que dictaminan en qué épocas del año han de matar a determinados animales, que un hombre no puede matar más carne de la que necesita para comer, que no se puede matar una hembra embarazada, que un hombre no puede matar a una pareja de animales cuando se encuentra en celo, que no puede cortar un árbol si no lo necesita para hacer una casa. Hay en la filosofía del hombre primitivo un profundo y exquisito respeto a ese ente superior que llamamos vida.” Félix Rodríguez de la Fuente, “Su vida, mensaje de futuro”