4. LAS INVASIONES INDOEUROPEAS Y SEMITAS EN ASIA

"Aunque comunmente usemos el término tradición judeocristiana, la Cultura Occidental es histórica y lingüísticamente fruto de un proceso cultural Semítico-indoeuropeo."  "Mensaje de los Hau De No Sau Nee al Mundo Occidental"


 Mapas con las rutas que siguieron las invasores indoeuropeos en sus incursiones en el continente.asiático
Mapas con las rutas que siguieron las invasores indoeuropeos en sus incursiones en el continente.asiático

     La expansión de los pueblos indoeuropeos desde las estepas rusas no sólo se produjo hacia el Occidente de Europa. También avanzaron hacia el Sur y hacia el Este, dejando a su paso un reguero de muerte y destrucción desde Oriente Próximo (Hurritas, Casitas, Hititas,...) hasta el  Valle del Indo (Arios) y la Cuenca del Tarim  (Tocarios). «Por rutas todavía no bien individualizadas y tal vez múltiples, llegaron a la meseta del Irán, a los oasis del Asia central y a los contrafuertes y valles del Pamir. Algunas tribus avanzaron más aún. A través de los pasos del Hindu Kush penetraron en el subcontinente indio e irrumpieron en el valle del Indo." Gianluca Bocchi y Mauro Ceruti, "El sentido de la historia"

Mapa que muestra el origen geográfico de los pueblos semíticos y las rutas que siguieron sus migraciones.
Mapa que muestra el origen geográfico de los pueblos semíticos y las rutas que siguieron sus migraciones.

     Pero he aquí que entra en escena en nuestro relato, unas culturas de similar cosmovisión a la indoeuropea pero de distinto origen geografico: los pueblos semíticos (acadios, asirios, hicsos, hebreos,...). Dichas culturas pueden considerarse como el segundo foco mundial de dónde surgieron los pueblos patriarcales primitivos. Los paralelismos con los indoeuropeos son más que evidentes: son pastores nómadas (ovejas y cabras), en vez del caballo han domesticado al camello (con él que pueden recorrer grandes distancias). Son patriarcales, jerárquicos, adoran a Dioses masculinos, etc. Así los describen Anne Baring y Jules Casford en su libro "El mito de la Diosa":

 

    “Los arios no fueron las únicas tribus que amenazaron la cultura de la Diosa en Oriente Próximo. Hacia el oeste de Mesopotamia hay un vasto desierto que, por el norte, alcanza Siria y, por el sur, el extremo sur de Arabia. Fue esta región, tan radicalmente diferente de los valles fértiles del interior y de las tierras nutridas por grandes ríos, el lugar del que surgieron todas las tribus semíticas conocidas y mencionadas a lo largo de las edades del Bronce y el Hierro. Entre ellas se hallaban los acadios, que se establecieron en el norte de Sumer y que finalmente también se hicieron con el control de las ciudades del sur bajo se rey Sargón (2.300 a.c.); los amorreos babilónicos, cuyo rey Hammurabi (1800 a.c) es famoso por su código de leyes. Otro grupo de amorreos conquistó la ciudad de Jericó cerca de 1450 a.c., dejándola en ruinas; fueron luego sucedidos por los cananeos, pero sucumbieron ante los asirios (580 a.c.), que habían tomado Babilonia en el 1100 a.c., extendiendo su inmenso imperio sobre sus aterrorizados vecinos."

 Sobre la similitud de los pueblos semiticos y los indoeuropeos, el arqueólogo James Malloy apunta:

 

     “Entre la expansión de los pueblos indoeuropeos y la expansión de los pueblos semíticos hay notables analogías. Ambos grupos de pueblos fueron en su origen grupos nómadas y pastorales cuyo hábitat se hallaba en las lindes de los primeros focos de civilización; ambos emigraron recorriendo miles de kilómetros y conquistaron los grandes centros de las civilizaciones agrícolas y urbanizadas (en Mesopotamia, las primeras oleadas semíticas sustituyeron a los sumerios); ambas irrumpieron en los escenarios del Asia menor y del Oriente Medio aproximadamente en el mismo período, durante el tercer milenio a. C. (los hititas indoeuropeos y los asirios semitas al parecer se encontraron en Kanes, en la Anatolia central, 1.900 años antes de Cristo).

 

    Pero, sobre todo, tanto los pueblos indoeuropeos como los pueblos semíticos tenían estructuras sociales rígidamente androcráticas. En sus ritos eran frecuentes las invocaciones a los dioses de la tribu, de la guerra y de la conquista. Muy similares fueron los conflictos sociales y espirituales que generó su encuentro/choque con las poblaciones (agrícolas y gilánicas) que vivían en Europa y el Oriente Medio en la época de sus invasiones. Al igual que en la Vieja Europa (Old Europe), también Mesopotamia conserva la memoria de un tiempo de paz y abundancia, bruscamente interrumpido; también los sumerios veneraban a una Diosa Creadora similar a la de sus vecinos, los elamitas. […] Los indoeuropeos no son parientes próximos de los semitas, como demuestra la lejanía de sus hábitats originarios. Sin embargo, las oposiciones «androcrático» versus «gilánico», «ganadero» versus «agricultor», «nómada» versus «urbano» definen una polarización fundamental entre indoeuropeos y semitas por un lado, y las poblaciones de la Europa neolítica, del Oriente Medio pre-semítico y de la India pre-aria por el otro.” 

En su libro"Mitología Occidental", Joseph Campbell nos describe la profunda transformación cultural que produjeron estas dos culturas patriarcales:

 

"Hacia finales de la Edad del Bronce y, de modo más intenso, en los albores de la Edad del Hierro (C. 1250 a. C. en el Próximo Oriente), la antigua cosmología y las mitologías de la Diosa madre fueron transformadas, reinterpretadas y, en gran medida, hasta suprimidas de forma radical por aquellos guerreros patriarcales tribales, inesperados intrusos, cuyas tradiciones nos han llegado principalmente a través del Antiguo y Nuevo Testamento y de los mitos de Grecia.

 

    Dos matrices geográficas extensas fueron las tierras de origen de estas oleadas de guerreros insurgentes: para los semitas, los desiertos sirio-árabes, donde, como nómadas errantes, pastoreaban rebaños de cabras y ovejas y más larde dominaron al camello; y, para las estirpes heleno-arias, las extensas planicies de Europa y del sur de Rusia, donde apacentaban sus manadas de ganado y donde pronto domesticaron al caballo. (...) Ahora está perfectamente claro que antes de su violenta irrupción acaecida en la Edad de Bronce tardía y la Edad de Hierro temprana, en los viejos lugares de culto del mundo antiguo había prevalecido una visión de la naturaleza y de las necesidades de la vida esencialmente orgánica, vegetal y no heroica; dicha visión resultaba completamente repugnante para quienes la lanza de combate y el pillaje, y no la paciente labor de la tierra, eran fuentes de riqueza y gozo."

 

Anne Baring y Julesh Cashford en su libro "El mito de la Diosa" comentan:

 

"Como consecuencia de las invasiones arias y semíticas, las actitudes ante la vida y la muerte se alteraron radicalmente, en tanto que se sentía que no se podía confiar en la vida, y la muerte violenta se convirtió en la norma antes que en la excepción. Así, una relación con la naturaleza de muchos miles de años de antigüedad sufrió una conmoción, al dejar de sentirse la gente segura en sus aldeas y buscar refugio primero en pequeñas ciudades y luego en grandes ciudades cercadas con muros inmensos. Un nuevo grupo social, el de los guerreros, hizo su aparición. y el anterior grupo de granjeros, se convirtió en poco más que en siervos (...)

 

    Resulta esencial distinguir entre la visión y los valores de las tribus arias y semitas, y los de aquellos pueblos  que habían sido agricultores asentados durante miles de años, en apariencia de forma más o menos pacífica. Nada menos que nuestra visión de la naturaleza humana está en juego. ¿Hemos de atender a los valores destructivos de estas tribus nómadas como específicos de su propia experiencia de la vida, o como representativos de toda la raza humana? (...) Como herederos de ambas experiencias, la del Neolítico y la de la Edad del Bronce tenemos dos "almas históricas" dentro de nosotros, una con la visión de la vida que prevaleció antes de la Edad del Bronce, y la otra, fraguada en el crisol de aquella edad aterradora. Es posible que hayamos aceptado, de forma acrítica que sólo una de esas visiones es intrínseca a la naturaleza humana - el paradigma de "los vencedores" - antes que preguntarnos si fue algo que nos fue impuesto hace tanto tiempo que ahora parece natural."

En las siguientes imágenes podemos ver tres ejemplos de distintas representaciones de la Gran Diosa preindoeuropea  que presidía el universo símbolico de los territorios que invadieron las culturas indoeuropeas y semitas. De izquierda a derecha:

 

1) Representación de INANNA en Sumeria. Reina de la Tierra y el Cielo. Relieve de Burney (Irak). 2.000 a.C..

2) Representación de CIBELES en Anatolia entronizada junto a sus leones . Catal Huyuk (Turquía). 6.000 a.C.

3) Representación de SHAKTI en Indostan. Harappa (Pakistan). 5.000 a.C.

 

 

Testimonio de la barbarie en los textos antiguos

     A diferencia de las invasiones indoeuropeas en el continente Europeo, de la que carecemos de documentos que narren lo que allí sucedió, en Oriente Próximo y en el Indo si tenemos un testimonio explícito en el arte y los textos sacros sobre la barbarie y crueldad sin límites que practicaron  por los pueblos patriarcales sobre las pablaciones nativas preindoeuropeas. Esta nueva visión del mundo quedó perfectamente reflejada por ejemplo en la literatura asirio-babilónica, en el Antiguo Testamento o en el Mahabharata hindú. Comencemos por Asiria.

Máxima extensión que tuvo el Imperio asirio.
Máxima extensión que tuvo el Imperio asirio.

a) Textos asirios.

"La época que los libros de historia de principios de este siglo solían designar admirativamente como Gran Era de los imperios babilónico y asirio  estuvo marcada por la más bárbara de las crueldades: cuerpos desollados vivos, ojos arrancados y miembros amputados, miles de prisioneros enemigos asesinados, […] Esto creó, más que ninguna otra cosa, una compulsión hacia la agresión. La mayoría de los hombres tenían que ser guerreros. Defendían la comunidad, vengaban a los muertos, honraban su apellido. El rey en particular tenía que ser un guerrero poderoso, como David. En honor a éste los guerreros danzaban y entonaban cánticos, que decían: Saúl mató a millares y David sus miríadas. […] La crueldad se convirtió en virtud y la barbarie en modo de vida. La guerra se consideraba natural y justa, camino digno de monarcas que un hombre debía seguir si quería servir a sus dioses, a su rey y a su país. El ideal de conquista forjó los lazos de una conciencia tribal, llegando a impregnar el arte; éste se hizo eco de reflexiones que eran, por lo demás, universales, como puede verse en las aparentemente interminables filas de guerreros idénticos tallados en tablillas asirias que se dedicaban a la destrucción.” Anne Baring y Jules Cashford, “El mito de la diosa”

Esta es una pequeña muestra de las traducciones de algunos textos asirios sobre las guerras que emprendían:

 

Así podemos comenzar por ejemplo con lo que dijo Senaquerib, Rey de Asiria (704-681 a.c.) al conquistar babilonia. :


“No dejé a uno solo, joven o viejo. Con sus cadáveres llené las anchas calles de la ciudad […] Los bienes de esa ciudad, plata, oro, piedras preciosas, efectos personales, pertenencias, los consideré el botín de mi pueblo, que como suyos los tomaron. Los dioses que moran en su seno fueron apresados y aplastados por las manos de mi pueblo, que se llevo sus efectos y pertenencias.”


Un nuevo dios legitimaba la barbarie, era Erra, el dios asirio de la muerte. Este es un extracto de un poema épico sobre este sanguinario Dios: 

 

¡No respetes a ningún dios! ¡No temas a ningún hombre!
Da muerte tanto a jóvenes como a viejos,
al lactante y al bebe, ¡no dejes a ninguno!

 

Y esto es lo que decía el nieto del rey Senaquerib, Asurbanipal (668-626 a.c.): 

 

“Entonces yo, como ofrenda para Senaquerib, aré viva a esta gente. Su carne di de comer a los perros, los cerdos, los buitres, las águilas; […] Tome los cadáveres de la gente a la que Erra había derribado y aquellos cuyas vidas habían sido abatidas por el hambre y la hambruna […] aquellos huesos yo saqué de babilonia, Kuta y Sippar y los arrojé en montones.”

 

De Asurbanipal también parecen ser esta palabras:

 

"Mis carros de guerra aplastan a los hombres y las bestias y los cuerpos de mis enemigos. Los trofeos que conquisto están hechos de cadáveres humanos, de los que he arrancado los miembros y las cabezas. Hago cortar las manos a todos los que prendo vivos". 

 

Por su parte según otro texto asirio Assurnasirpal II relataba así sus hazañas:

 

"Levanté un pilar en la entrada de la ciudad para colgar los pellejos de los príncipes a los que hice arrancar la piel. Algunas pieles estaban en el pilar, otras colgadas con estacas a su alrededor. A algunos rebeldes solo los hice descuartizar..."

 

A continuación se pueden ver una recopilación de imagenes de las famosas tablillas asirias:

 

 

b) Antiguo Testamento

"Independientemente de que el libro de Josué describa o no, con su fiero tribalismo, lo que realmente sucedió cuando los hebreos penetraron en Canaán, sin duda refleja los valores de los hebreos (semitas) que lo escribieron. (...) En el Éxodo Yahvé guía al pueblo de Israel a través del desierto hacia la tierra prometida de Canaán, una tierra de la que fluye leche y miel. Aquí habla como un dios tribal, que guía y dirige a su pueblo hacia la tierra que ha escogido para ellos. Pero este dios es también un dios guerrero a la manera aria. Su pueblo es, por encima de todo, guerrero:

 

Habló Yahvé a Moises... y le dijo: "Destruiréis todas sus imágenes pintadas, destruiréis sus estatuas de fundición, demoleréis todos sus altos. Os apoderaréis de la tierra y habitaréis en ella, pues os doy a vosotros todo el país en propiedad. Di a los israelitas: Cuando paséis el Jordan hacia el país de Canaan, arrojaréis a vuestra llegada a todos los habitantes del país." (Num 33, 51-53).

 

 

[…]  En el libro de Josué, también habla como un espíritu guerrero ancestral, instruyendo a su pueblo, y especialmente a sus heroicos lideres guerreros, sobre cómo hacer la guerra:

 

Yahvé tu Dios la entregará en tus manos, y pasarás a filo de espada a todos sus varones; las mujeres, los niños, el ganado, todo lo que haya en la ciudad, todos sus despojos, los tomarás como botín. Comerás los despojos de tus enemigos que Yahvé tu Dios te ha entregado.

Así has de tratar a todas las ciudades muy alejadas de ti, que no son de las ciudades de estas naciones. En cuanto a las ciudades de estos pueblos que Yahvé tu Dios te da en herencia, no dejarás nada con vida, sino que lo consagrarás al anatema: a hititas, amorreos, cananeos, perizitas y jebuseos, como te ha mandado Yahvé tu Dios (Dt 20, 13-17).

 

Siguiendo el mandato divino, el libro de Josué registra que en Jericó

 

Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ovejas y asnos, a filo de espada. Prendieron fuego a la ciudad con todo lo que contenía (Jos, 21, 24).

 

 Carls Jung comenta acerca de Yahvé: "La ausencia de moralidad humana en Yahvé es un obstáculo que no puede ser pasado por alto. Echamos de menos la razón y los valores humanos, esto es, dos características principales de una mente humana madura. (...) Es la imagen de una especie de demonio de la naturaleza y al mismo tiempo la de un primitivo cacique, aumentado hasta alcanzar un tamaño colosal; precisamente el tipo de concepción que se podría esperar de una sociedad más o menos bárbara, cum grano salis”.

 

 

c) Valle del Indo:

 Una rama de los indeuropeos de las estepas avanzó hace unos 4.000 años hacia el sureste,  y tras pasar el famoso paso de Khyber, llego finalmente hasta el Valle del Indo, dónde existía una extraordinaria y pacífica civilzación. La población indígena drávida había desarrollado por entonces en el valle del Indo y zonas adyacentes del Noroeste del Indostán, una civilización neolítica que alcanzó un altísimo grado de desarrollo, del cual dan testimonio las excavaciones arqueológicas en las ciudades de Harappa (actual provincia de Punjab) y Mohenjo-Daro (provincia de Sindh). La arquitectura y la planificación urbana de estas ciudades era verdaderamente asombrosa para su época, y, de hecho, la segunda poseyó un sistema de acueductos y cañerías al que, al decir de los arqueólogos, tendrían mucho que envidiar las ciudades occidentales de la actualidad. En el siguiente artículo del periodico El Confidencial, podemos comprobar como las culturas preindoeuropeas del Valle del Indo eran muy similares a las de la Vieja Europa: Descubren una Civilización que vivió sin guerras ni desigualdad durante 700 años

 

 

Como se aprecia en la imagen, el arte simbólico drávida  era muy similar al de la Vieja Europa, incluidas las estatuillas femeninas. Los Pueblos drávidas tenían una organización social matrifocal, eran llamados por los arios pueblos de la tierra y de la serpiente. Los arios se llamaron a sí mismos hindues, que deriva del sanscrito shindu (rio Indo). Según la mitología hindú el dios del cielo Indra decapito a la diosa dravida Danu. Y el hijo de Indra, el dios Vrta decapito a las dos serpientes creadoras del pueblo dravida. Desde entonces, la población indígena ocupa el último escalon de la sociedad de castas hindú: los intocables. Así nos explica Elias Capriles el surgimiento de la sociedad de castas hindú:

    “En el que fuera quizás el momento más importante (y quizás el más nefasto) del desarrollo de la India, los relativamente pacíficos y sumamente sofisticados dravidianos (junto con otros de los pueblos que habitaban el Indostán) fueron invadidos y conquistados por los belicosos y rústicos indoeuropeos. Triste como pudo haber sido este evento, fue como resultado de la interacción entre los brillantes conquistados y los bárbaros conquistadores que surgió la síntesis cultural que durante los últimos milenios ha constituido la civilización de la India.

 

     El sistema de castas surgió de la necesidad que sentían los indoeuropeos de mantener los privilegios que la conquista sobre los pre-indoeuropeos les había proporcionado. La casta suprema, que se llamó brahmana y adquirió funciones sacerdotales, agrupó a quienes tenían una mayor proporción de sangre indoeuropea, lo cual fue justificado en el Rigveda (X. 90) diciendo que ellos surgieron de la boca de Purusha, el alma universal. La casta inmediatamente inferior, que se llamó kshatriya y se transformó en la nobleza a cargo de las funciones de Estado y de guerra, agrupó a quienes tenían una proporción un poco menor de sangre indoeuropea, y la mitología del Rigveda justificó sus privilegios afirmando que los mismos habían surgido de los brazos de Purusha. La casta vaishya, de los artesanos y comerciantes, agrupó a quienes tenían todavía más sangre pre-indoeuropea, los cuales según el mito habrían surgido de los muslos de Purusha, mientras que la casta shudra, de los sirvientes y agricultores, comprendió a quienes tenían una cantidad todavía mayor de sangre pre-indoeuropea, que habrían surgido de los pies del alma universal. A quienes no tenían nada de sangre indoeuropea se los declaró intocables, ya que, no habiendo surgido de la división del alma universal, no poseían el principio divino que hacía posible la plena práctica de la religión, y el más mínimo contacto con ellos haría que cualquier hindú perdiese su casta.” Elias Capriles, "Qué somos y a dónde vamos".

 

Ejemplar del Rigveda escrito en sánscrito (indoeuropeo) y con letra devanágari.
Ejemplar del Rigveda escrito en sánscrito (indoeuropeo) y con letra devanágari.
     El libro sagrado de los hindús, El Rigveda, es el texto indoeuropeo más antiguo que se conoce, y se suele aceptar que procede de la época de la invasión aria del Indo.  Sus páginas reflejan un proceso invasor que supuso un conflicto racial y espiritual entre una religiosidad aborigen considerada "siniestra y demoniaca", y la nueva religiosidad solar  y heroica de los invasores arios. Según el Rigveda, el líder de la invasión de los arios fue el Dios Indra, un dios solar vinculado con el trueno y el rayo a la manera de los grandes y despiadados dioses  del panteón clásico indoeuropeo (Thor, Perun, Zeus, Tarhun,...)-
Tú, Indra, eres el destructor de todas las ciudades, el matador de los dasyu, el prosperador del hombre, el señor del cielo. VIII, 87.6

 

 

Indra, el matador de Vritra, el destructor de las ciudades, ha dispersado a los dasyu nacidos de una matriz negra. II, 20.6

 

 

El dios que destruyó a los dasyu y protegió al color ario (aryavarna). III, 34.9


     «El Rig veda, precioso testimonio de aquellos tiempos, habla de las victorias que los arios (indoeuropeos) del color del trigo consiguieron sobre las gentes de piel oscura. Ese giro se produjo hace más de tres mil años, después del 1.500 a.J.C. Sin embargo, todavía impregna la civilización india contemporánea. Ha generado el sistema de las castas, que ha regulado y aún regula la vida de las sociedades hindúes. Ha producido la principal división lingüística del subcontinente, que opone a las lenguas indoeuropeas, que prevalecen en la India septentrional, las lenguas dravídicas, que prevalecen en la India meridional. Sus efectos todavía están presentes en los rasgos característicos de la religión india.” Gianluca Bocchi y Mauro Ceruti, "El sentido de la historia"

     “La religión Védica aparece vinculada al resultado cultural de las invasiones nómadas de origen indoeuropeo en su cruce con la civilización del Valle Indo. Se trata de una conjunción de elementos autóctonos, indoeuropeos y originales de la hibridación. Los Vedas o saberes, son una recopilación de himnos de fechas muy variadas y adjudicados a distintos autores, que resumen un proceso centenario hilvanado a través de revelaciones (sruti en sánscrito). Las divinidades védicas continúan con la predominancia masculina característica del panteón religioso ario […] La primacía de Indra, como guerrero, marca a nivel superestructural su analogía con la casta guerrera (ksatriya) en el sistema social de la época." Ismael Apud y Mauro Clara, "Linajes budistas."

 

Como una nube tormentosa,


el héroe armado irrumpe en la vorágine de la batalla.


¡Gloria a ti y cuerpo ileso!


¡Protéjate la recia armadura!


Con nuestro arco queremos conseguir rebaños.


Con nuestro arco ganaremos batalla tras batalla.


Con nuestro arco, terror del enemigo,


confiamos adueñarnos de las tierras.