* “El calendario que ha pervivido en la tradición celta-wicca está conformado por ocho fechas principales (Sabbats) que señalan el recorrido cíclico de la tierra entorno al sol, así como la influencia que la mayor o menor proximidad del astro rey ejerce sobre el crecimiento de la vida en la tierra. Con este fin, nuestros ancestros celebraban los cuatro cambios de estaciones (solsticios y equinoccios), así como la fecha intermedia entre un cambio y otro. Esto es: 21 de Diciembre (Yule), 2 de Febrero (Imbolc), 21 de marzo (Ostara), 1 de mayo (Beltane), 21 de junio (Litha), 1de Agosto (Lughnasadh o lammastide), 21 de septiembre (Mabon) y 31 de Octubre (Samhain).
Estas festividades solares a su vez se interrelacionaban con trece ceremonias lunares (esbats) que coincidían con las lunas llenas de cada año, conformando así las 21 fechas principales del calendario luni-solar arcaico.
Las 8 festividades solares representaban las distintas fases del ciclo de crecimiento de las plantas y animales, desde su estado embrionario invernal hasta el marchitamiento otoñal. Dicho ciclo quedó simbolizado en una mitología dualista protagonizada por una Diosa-Madre de la fecundidad que representaba al cosmos y un hijo-consorte (Dios astado de la fertilidad) que representaba la sincronía existente entre los ritmos anuales de crecimiento del sol con el de las plantas y animales. Así por ejemplo, el inicio del año era marcado por el solsticio de invierno (21 de diciembre), ya que era la fecha en la que el sol, en su movimiento aparente, comienza su ciclo de ascenso. Este acontecimiento astronómico era representado por nuestros antepasados como el nacimiento del Dios anual de la fertilidad, quien a medida que avanzaba el año iba creciendo a la par que lo hacían la longitud de los días y su influencia sobre las plantas y animales. Dicho proceso de crecimiento culminaba a mitad de año con el punto más álgido solar (21 de junio), fecha en el que tanto la Diosa como su hijo-amante alcanzaban su máximo esplendor.
A partir de ahí se inicia el descenso que propicia primero la maduración de los frutos y posteriormente la recogida de cosechas (1 de agosto, 21 de septiembre). Finalmente, el 1 de noviembre, día que ocupa actualmente la festividad cristiana de Todos los santos, el Dios moría y regresaba al mundo subterráneo (útero de la Diosa), de dónde renacía en el próximo invierno.
Este relato mítico de la Diosa y de su hijo-amante estuvo presente en todas las culturas agrícolas del Neolítico (Europa, Mesopotamia, Egipto, Indo,…) con diversos nombres y distintos matices, hasta que las autoridades eclesiásticas distorsionaron o hicieron desaparecer su primitivo sentido original y convirtieron al Dios Astado de la fertilidad (Cernunnos, Osiris, Pashupati, Pan, Dionisio, Akerbeltz, etc.) en el mayor enemigo de la cristiandad.” Guillermo Piquero, “El calendario arcaico”