8. Estatuillas sagradas paleolíticas

    * “Hace mucho tiempo, 20.000 años o más, apareció la imagen de la Diosa sobre un amplio territorio, extendiéndose desde los Pirineos al lago Baikal de Siberia. Estatuas de piedra, hueso y marfil, diminutas figuras de cuerpos largos y pechos caídos, redondeadas imágenes maternales cuyas formas abultadas anticipaban el nacimiento, efigies con signos arañados en ellas (líneas, triángulos, zigzags, círculos, redes, hojas, espirales, agujeros), elegantes formas que surgían de la roca, pintadas de ocre rojo, todo ello ha sobrevivido a través de las ignotas generaciones de seres humanos que compusieron la historia de la humanidad. […]

  Se han descubierto más de 130 de estas esculturas, apoyadas sobre rocas y sobre tierra, entre los huesos y herramientas de estos pueblos del Paleolítico. Otras aparecieron cuando se realizó una observación más minuciosa, cinceladas sobre los salientes y terrazas de piedra sobre las cuevas donde muchas de estas personas vivían.

  Las estatuas siempre representan figuras desnudas; son generalmente pequeñas y con frecuencia gestantes. Algunas se asemejan a mujeres ordinarias, pero la mayoría tienen la apariencia de madres, como si cuanto fuera femenino en ellas se hubiese concentrado en el misterio abrumador del nacimiento. Muchas figuras han sido salpicadas de ocre rojo, el color de la sangre que proporciona la vida, y con frecuencia su base se va estrechando hasta formar una punta carente de pies, como si en alguna ocasión hubieran permanecido clavadas en el suelo con intención ritual. Las tribus que vivieron dentro de las cuevas, pintando las oscuras paredes interiores con los rojos chillones, ocres y marrones de los animales salvajes, colocarían las estatuas en el exterior de sus moradas, en la entrada de sus habitáculos o de su santuario.” Anne Baring y Jules Cashford, “El mito de la Diosa”

 

    * “En todo caso, y pese a la diversidad de modelos existentes, bien pudiera plantearse la existencia de una unidad cultural en el amplísimo territorio en el que se localizan los hallazgos. Sin embargo, el acuerdo entre los investigadores termina a la hora de dilucidar cuál puede ser el significado que puede atribuirse a estas figurillas. Según unos, cabe entenderlas como primitivas diosas de la fertilidad, teniendo presente lo explícito de los rasgos sexuales femeninos. Partiendo de esta idea, hay quienes las consideran amuletos de uso personal (lo que explicaría la ausencia de pies o de soportes para su colocación en vertical), […] mientras que otros apuntan a que se trata de una cierta forma de autorretratos (ante lo cual tendríamos que preguntarnos porqué no los hay masculinos). Por último, no falta quien explica su existencia como manifestación del carácter matriarcal de estas sociedades paleolíticas.” Juan Diego Caballero, “Venus paleolíticas: Las primeras esculturas de la historia”