45. La impronta: el enamoramiento entre madre y criatura

    * “El recién nacido es un mamífero que necesita el contacto piel con piel con la madre que lo acaba de parir. Tiene que sentir su olor, su tacto, escuchar su voz. Lo antinatural es separarles. La madre y el hijo necesitan reconocerse, es algo muy animal. En ese primer momento comienza la impronta. Los beneficios para los recién nacidos son clarísimos: no lloran, respiran más tranquilos, buscan la mirada de su madre, tienen movimientos más armónicos y comienzan antes a mamar. Lo raro es que a estas alturas haya que explicar algo obvio.” Gema Magdalena, matrona del Hospital de La Paz (Madrid)

 

    * “Entonces, en su hábitat, piel con piel sobre el torso de la madre, la criatura a los pocos minutos de nacer, empieza a reptar, arqueando la espalda y empujando con las piernas; y orientándose por el olfato, busca el pezón materno; cuando lo encuentra, se engancha y mama sin que nadie le enseñe.

    Nils Bergman explica que es la criatura quien tiene el programa neurológico de nutrición, y que es ella quien lleva la iniciativa, quién estimula a la madre y la enseña el arte del amamantamiento, siendo el único requisito el haber permanecido sobre ella. Todo esto explica y da la razón al deseo materno de tener a la criatura apegada contra el propio cuerpo. Y corrobora la información que teníamos sobre la impronta y las descargas de oxitocina que se producen en ese momento para asegurar la unión de la madre y de la criatura. Aunque no lo diga explícitamente, la piel con piel del hábitat materno significa amor y deseo.

    Si por el contrario se separa a la criatura de su madre, el programa de nutrición se cierra y abre el de defensa; la criatura entra en un estado de alerta, y protesta mediante el llanto reclamando ser devuelta a su hábitat. La criatura separada de la madre realiza una actividad intensa que cursa con una bajada de la temperatura corporal, disminución del ritmo cardiaco y respiratorio, taquicardias y apneas, inducidas por el aumento masivo de glucocoticoides (hormonas del stress). Y si la criatura es mantenida separada de la madre durante tiempo, llorará cada vez con más desesperación, y pasará del estado de alerta al de desesperación, hasta que el cansancio la rinda.

    Bergman dice que llorar es nocivo para los recién nacidos; ello restaura la circulación fetal y aumenta el riesgo de hemorragia intraventricular y otros diversos problemas. Hay estudios que explican que las descargas masivas de hormonas del stress crean una toxicidad bioquímica que perjudica seriamente la formación del sistema neurológico, pues no solo dañan a las células cerebrales sino también la memoria y ponen en marcha una desregulación duradera de la bioquímica cerebral.

    Así pues, las investigaciones científicas al respecto han dado la razón al deseo materno que, ante el llanto de la criatura, busca darle consuelo, cogiéndola en brazos y ofreciéndola el pecho.” Casilda Rodrigañez, “Maternidad: gestación, parto, lactancia y primera infancia.”