69. Espíritus de la naturaleza y ritos de caza inuit

    * “En lengua inuit, la noción clave del mundo sobrenatural con sus poderes, sus dioses y sus espíritus, es inua, posesivo de Inuk (humano), que significa su Señor, su persona. Todo en la naturaleza y en el mundo animal tiene su Señor o Señora, su protector (o su espíritu, o su divinidad). […]

    En la superficie de la tierra, los seres sobrenaturales, Señores de la tierra con sus montañas, sus tundras y sus lagos, fueron objeto de veneración. Sin embargo, los ritos más importantes eran los concernientes a la caza en la tierra y en el mar. Así, los mamíferos marinos (ballenas, morsas, focas), los peces, los animales de la tierra (los renos, entre otros) y del cielo (los pájaros), todos ellos provistos de un alma (inua), fueron objeto de una veneración que encontró su expresión en numerosos ritos de caza.

   La negligencia de estos ritos provocaba la cólera del animal y de la potencia o ser sobrenatural que protegía y reglamentaba su captura. Esta cólera tenía como consecuencia que los animales desaparecieran y los seres humanos se vieran abrumados por el hambre y la enfermedad. No se podía entonces restablecer el orden del mundo y la armonía entre los hombres y los animales sino mediante ritos de expiación y actos que expresaban la contrición por haber transgredido los tabúes.

    Toda la religión inuit está orientada hacia un complejo ceremonial relativo a los animales, en el que se refleja la dura tarea que es, para el cazador de las regiones árticas, la búsqueda de su alimento y el de su familia. En lo que concierne a los ritos de caza, se pueden distinguir dos tipos principales: por una parte, los que incitaban a los animales a dejarse descubrir y capturar voluntariamente, y, por otra, los que debían garantizar al animal abatido un trato adecuado, conservación de los huesos, sobre todo del cráneo, de la vejiga y de otras partes del cuerpo, antes de que su alma les abandonara para un nuevo renacimiento. […]

    En la antigua religión inuit se establecía una clara diferencia entre los animales terrestres y los animales marinos […] lo cual se ponía de manifiesto en el campo de las divinidades supremas de la caza. Así, los distintos grupos inuit han adoptado a dos grandes señores de la caza (por un lado el de los animales terrestres, y, por otro, el de los animales marinos), y los honran con sus cultos. […]

   En Alaska, como en otras partes de los territorios inuit, se creía que los señores de los animales podían tomar la forma humana, o la apariencia de un animal salvaje, o la de híbridos de animal y hombre. Ello es evidenciado en las ceremonias dramáticas y culturales de los inuit de Alaska, por las máscaras de animales que ocultan una segunda máscara en su interior con rostro humano, simbolización probablemente de la era mítica primitiva en la que no había ninguna diferencia entre el hombre y el animal.” Ivan Paulson, “Las religiones en los pueblos árticos.”