68. Los Señores de la caza tungús y yakuto

    * “Desde un punto de vista histórico cultural, la caza y la pesca ha sido para los tungús de Siberia la base prehistórica más antigua del desarrollo de su cultura, como lo han demostrado los descubrimientos arqueológicos. No es pues de extrañar, que las creencias y las costumbres de los cazadores tuvieran un lugar eminente en la religiones de todos los grupos tungús […] Aparte de los Señores de los Animales, concebidos como espíritus protectores colectivos, y de los diversos espíritus y divinidades de la naturaleza […] había diversas divinidades de la caza más importantes, cada una de las cuales tenía rasgos personales y nombre propio.

    Entre los diversos grupos tungus, la divinidad suprema de la caza era el Rico Padre (Bainaca o Bajan Ami), al que se representaba como un viejo de cabellos blancos, que habitaba en la taiga con los animales salvajes que le pertenecían […] Este Señor del bosque y de la caza también fue venerado bajo nombres etimológicamente similares por los buriato.

    Los evenk occidentales o tungus del Yenisei veneraban como divinidad suprema y Señor de la caza (sobre todo de los alces y renos salvajes) al dios Ehekon o Hinkon, dios antropomorfo o zoomorfo. Hacían a imagen de este Dios unos ídolos de madera que ocupaban un lugar central en el curso de las ceremonias de purificación de los cazadores y de sus pertrechos de caza, que tenían lugar en otoño antes del periodo invernal de caza. Esta divinidad parece proceder de los espíritus de la caza de diversos dialectos tungús, que en el oeste sobre todo, engloban colectivamente bajo los términos singken o hingken, que podrían según Anisimov, tener esta triple significación: Espíritu soberano de los animales y de la caza, suerte o éxito en la caza y fetiches de caza (amuletos y talismanes de los cazadores hechos de pieles) […]

    Entre los yakuto había espíritus que eran Señores de ciertos lugares de la naturaleza (genii loci). En los bosques reinaban los espiritus-señores de la tierra (doidu iccita), en el agua los señores del agua (u-iccita), el príncipe del agua (Ululan Tojon) o dios del agua (Ululan), a quién se pedía una buena pesca después del deshielo, presentándole ofrendas. Pero el lugar más destacado estaba ocupado por la gran divinidad de la caza y el bosque, Bai chara ta incita, bai bajanai, bai barilach (el rico señor del bosque negro, el rico bajanai, el rico barilach), nombre completo de esta majestad del bosque. Se tenía a este Dios del bosque, antropomorfo y masculino, por el Señor y protector de todos los animales, que podía conceder, pero también negar, la caza a los cazadores. […] La mayoría de los animales del bosque tenían además sus espíritus particulares según sus especies. […] Favorecían la multiplicación de los animales y los pájaros, y concedían un botín al cazador cuando éste se portaba bien con los animales y con sus protectores, es decir, cuando observaba los ritos tradicionales de la caza.” Ivan Paulson, “Las religiones en los pueblos árticos.”